En muchos diccionarios, las palabras “asistir” y “paciente” a menudo se consideran intercambiables. La diferencia es realmente muy sutil, pero vale la pena prestarle atención.
La diferencia entre “esperar” y “ser paciente” radica en la actitud que adoptamos durante el proceso. En ambos casos nos enfrentamos a un retraso en la obtención de lo que queremos. Cuando esperamos el autobús, podemos esperar mirando el horario o el movimiento del autobús según su GPS. Nuestro estado mental es ansioso de alguna manera. Quizás estemos molestos por el retraso o preocupados porque el autobús llegue tarde. Una persona paciente confiaría en el sistema de transporte y aprovecharía el tiempo para trabajar en un proyecto o relajarse mientras escucha música. Esperar es pasivo (mientras hacemos muecas), mientras que ser pacientes nos empuja a la acción (¡aunque a veces la acción implique descansar!).
La paciencia implica una actitud de aceptación. Nuestra respuesta aún no está aquí, creemos en aquel que hizo la promesa, así que no nos preocupamos por el proceso. Somos capaces de mantener la calma y una actitud positiva incluso si la respuesta se retrasa. Por supuesto, tenemos un gran deseo de ver nuestra respuesta, pero no ocupa el primer lugar en nuestros pensamientos. No intentamos controlar el proceso, confiamos en la fuente de nuestra respuesta.
Para los cristianos, ser paciente significa vivir en la fe, la esperanza y el amor. Es una base sólida que no se marchita. “Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor. Pero el más importante de todos es el amo” (1 Corintios 13:13 RVC). Es cuando somos pacientes, cuando confiamos en Aquel que tiene nuestra solución, Dios, que verdaderamente ponemos nuestra fe en práctica. “Ahora bien, tener fe es estar seguro de lo que se espera; es estar convencido de lo que no se ve” (Hebreos 11:1 RVC).
Solteros, ¿cuál es vuestra actitud respecto a la búsqueda de pareja? Puedes decir: “Estoy esperando pacientemente”, pero si estás ansioso, frustrado y tratando de controlar la situación, simplemente estás esperando. Dios quiere que seas paciente, es decir, que confíes en Él tu estatus social, que llegues a valorar tu soltería y que te prepares para recibir la respuesta a tu oración. La espera te empuja a controlar la situación, la paciencia te obliga a someterte a Dios. “Gocémonos en la esperanza, soportemos el sufrimiento, seamos constantes en la oración” (Romanos 12:12 RVC)
El rey Saúl esperó al profeta Samuel, no tuvo paciencia (1 Samuel 13). Cuando Samuel tardó en llegar, Saúl perdió la paciencia e hizo lo contrario de lo que Dios le había ordenado hacer. Y las consecuencias para él fueron bastante radicales. ¡Un buen ejemplo a no seguir! Si necesitamos paciencia, recurramos al Espíritu Santo. ¡Es, después de todo, uno de los frutos de nuestra relación con Él! Él podrá calmarnos y ayudarnos a mantener la mirada fija en Cristo.